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Un tiempo propio

Coordenadas temporales para una historia transnacional y en clave de género de la cultura visual de El Salvador.

Década de 1900

Al principio de siglo, la formación en artes no estaba escolarizada en El Salvador. No había academias, la técnica se transmitía por medio del discipulaje, y las mujeres que aprendían a pintar lo hacían en su casa, a modo de oficio transmitido de madres o padres a hijas. Mujeres que no firmaban sus obras ni se imaginaban como artistas o autoras. Mujeres que tampoco eran ciudadanas, y dependían del padre, el marido, el hermano o los hijos. Todos varones.

El acceso a la cultura y la educación era reducido y desigual, pero esto no quiere decir que las mujeres estuvieran completamente fuera de las esfera del arte. Las mujeres de familias acomodadas participaban en recitales como músicas o cantantes. Algunas tocaban el piano, otras interpretaban arias de ópera o zarzuelas y algunas declamaban y escribían poesía. 

El gineceo tradicional incluía también las artes aplicadas como la acuarela o el óleo y en el hogar las mujeres se dedicaban a pintar bodegones, retratos, paisajes o escenas devocionales.

La primera mitad del siglo XX, alrededor de 50 mujeres se dedicaron a la pintura en El Salvador: tomaron clases en academias, aprendieron a pintar en su casa, enseñaron, participaron en exposiciones y ganaron concursos de pintura. Sin embargo, no todas ellas sobrevivieron a las fuentes de consulta y a las escrituras de historiadores del arte, mayoritariamente hombres. 

A la vez, fueron las mujeres quienes fundaron galerías, museos y centros culturales en el siglo XX, que han mantenido de forma autosustentable un sistema del arte particular en el país. Tampoco ellas aparecen reseñadas en  la mayoría de libros. Esto porque, como sostiene Griselda Pollock: “Las estructuras de nuestro saber son de hecho sistemáticamente sexistas”.

 

Décadas de 1910-1920

En este periodo se construyeron los dos teatros nacionales, que requirió de personal especializado en artes decorativas. En el Teatro de Santa Ana, participó una pintora: Luz de Salgado. En algunas fuentes, aparece como ayudante de Luigi Arcangelli en la pintura de los murales del Salón Foyer y la Terraza Española. El Teatro fue finalmente inaugurado en 1910. Ese mismo año, la feminista Victoria Magaña de Fortín (1865-1961) publicó su libro de ensayos llamado Importancia de la mujer. En  uno de ellos, “Misión de la mujer” (1903), consideró que las mujeres tenían derecho a “otro horizonte”:  educación, instrucción, oficios, “darle derechos para que su imaginación se mueva en provecho de la humanidad”, escribió.

 

En 1913, Carlos Alberto Imery fundó la “Escuela de Artes Gráficas”, que con el paso de los años se formalizó gubernamental y recibió estudiantes mujeres.

 

De 1910 a 1920, la lucha feminista abogó por los derechos de las obreras, el acceso a la educación, el derecho a la ciudadanía y al sufragio. A mediados de 1910, Prudencia Ayala (1885-1936) publicó sus primeros textos en Diario de Occidente. Ya para 1920, era una sufragista reconocida por el Partido Unionista  Centro Americano (PUCA), y luchó activamente por colocar la ciudadanía de la mujer en el centro del debate político.

 

En 1921, después jornadas de activismo feminista y de importantes debates en el pleno, la Asamblea Constituyente de la República Federal de Centro América reunida en Tegucigalpa, Honduras, decretó la ciudadanía y el derecho al voto de las mujeres en la nueva Constitución. El derecho duró poco menos de seis meses, la República Federal se disolvió en enero de 1922.

 

Décadas de 1930-1940

La educación en artes se formalizó, mediante la Escuela de Artes Aplicadas, de Bellas Artes, y la Academia de Valero Lecha (1927 y 1936). 

El primer centro cultural centroamericano fue fundado fuera de Centroamérica, en la diáspora, por una mujer: la escritora y feminista hondureña Clementina Suárez (1902-1991).

 

En 1931, Clementina Suárez se instaló en Ciudad de México, donde, según su biógrafa Janet Gold, creó la “Casa de la cultura centroamericana”. Dos años después, volvió a Tegucigalpa y fundó la revista Mujer, cuya primera portada estuvo a cargo de Salarrué. 

Clementina volvió a México, donde conoció y se casó con el pintor salvadoreño José Mejía Vides. En 1950, en El Salvador, Clementina fundó el El Rancho del Artista y fungió como agregada cultural de Honduras en el país. En 1959, regresó a Honduras y fundó la Galería de arte Morazánida, en Tegucigalpa.

Durante sus desplazamientos entre México, Centroamérica y Estados Unidos, Clementina tuvo intercambios con artistas, gestores culturales e intelectuales. Fue pintada por muchos de ellos, como los mexicanos Diego Rivera y Electa Arenal (1935-1969), el costarricense Amighetti y los salvadoreños José Mejía Vides y Luis Ángel Salinas, entre otros.

Clementina Suárez puede ser considerada la primera galerista de Centroamérica: coleccionó arte, fue gestora cultural, fundó centros culturales y galerías y escribió crítica de arte en un contexto transnacional. 

En 1935, dos mujeres participaron en la delegación salvadoreña en la Primera Exposición Centroamericana de Artes Plásticas, en San José, Costa Rica: Lastenia Araujo de Artiñano (1902-2022) y Ana Julia Álvarez (1908-2007). Al año siguiente, y ya residente en Costa Rica, Lastenia Araujo se integró a la revista Repertorio Americano, de Joaquín García Monge, como la segunda mujer encargada de las maderas. La primera fue la costarricense Emilia Prieto Tugores (1902-1986). 

 

En este retrato podemos ver la única pintura disponible en El Salvador de Rosa Ortiz Villacorta Ziplatoval (1912-?). Realizada en 1940, retrata al pintor Miguel Ortiz Villacorta, su padre. Formado en Europa y México, dirigió la Escuela de Bellas Artes, en un periodo bisagra en la historia mundial, entre guerras mundiales.

Zipaltoval es el nombre la diosa fundadora de la cultura nahuat. Aunque es mayoritariamente reconocido en Nicaragua, Rosa Ortiz recibió ese nombre de sus pares pintores, quienes la reconocían como una madre creadora. Luego de exponer en El Salvador y Guatemala, Zipaltoval emigró a México y participó en varias exposiciones, como la del Palacio de Bellas Artes en 1943, en la que expusieron pocas mujeres, como Frida Kahlo y Elena Laborde. 

En este periodo, funcionó también la asociación de Amigos del Arte, fundada por Salarrué, Zelié Lardé, María de Baratta, María Loucel, Miguel Ortiz Villacorta, José Mejía Vides, Claudia Lars y Alberto Guerra Trigueros, entre otros.

A finales de 1940, se otorgaron las primeras becas para estudiar arte en el extranjero, entre las becarias estuvieron Julia Díaz y Violeta Bonilla.

 

Décadas de 1950-1970

Después la revolución de 1944, que provocó la renuncia del Gral. Hernandez Martínez, y la transición democrática y electoral, finalmente la Constitución de 1950 otorgó a las mujeres salvadoreñas el derecho a la ciudadanía y al voto. 

En 1956, después de varios años de trabajo, se inauguró en San Salvador el Monumento a la Revolución de 1948, comisionado por el presidente Cnel. Óscar Osorio a la pintora Violeta Bonilla (1924-1999). Ese mismo año, fueron elegidas por primera vez tres mujeres como diputadas de la Asamblea Legislativa.

Violeta Bonilla recibió una beca para estudiar pintura en México y fue alumna de Diego Rivera. Junto al muralista, realizó dos murales en Ciudad de México: “La Historia del Deporte” (1949) y “La Historia de la Medicina” (1953), en los que participó también la guatemalteca Rina Lazo.

El mural “La Historia del Deporte” también aplica la técnica del mosaico, como el Monumento a la Revolución. Violeta Bonilla pintó varios murales en El Salvador, y luego volvió a México, donde se desempeñó como maestra de la escuela de artes La Esmeralda. 

A su regreso de Europa, la pintora Julia Díaz (1917-1999)  fundó, en su propia casa, su estudio “El Estudio de Julia Díaz”, donde vendió y expuso sus piezas de arte. Ese estudio se convirtiró en 1958 en Galería de Arte Forma. 

La Galería Forma tuvo una nutrida agenda que, además de exposiciones, incluía conferencias y charlas de artistas salvadoreños y latinoamericanos. Entre sus asiduos visitantes estuvieron los pintores mexicanos José Luis Cuevas y Rufino Tamayo. En 1983, la Galería Forma se convirtió en Museo. El primer museo de arte visual en El Salvador.

 

En la década de 1970, Magda Aguilar (1909-1985) fue una de las encargadas de institucionalizar el estudio de las artes. Intelectual activa en el campo cultural entre las décadas de 1950 y 1970, fue maestra de historia del arte y gestora cultural. Fue directora del Bachillerato en Artes en 1961 y fundó el Centro Nacional de las Artes (CENAR) en 1970, del que fue directora.

 

En 1971, María Celia de Cohen (1937-2017) fundó, junto a su esposo Alberto Cohen, la Galería 123 en el edificio Curtis Industrial en la alameda Roosevelt. La galería puso énfasis en la difusión de artistas emergentes, como entonces fueron Roberto Huezo, Roberto Galicia, César Menéndez, y en la exhibición y vinculación de artistas internacionales. En la década de 1980, Patricia Gardiner se integró al equipo, y en 1993, lo hizo Linette de Cohen. Desde 1995, Patricia y Linette están a cargo de la dirección de la Galería 123, que actualmente está ubicada en la colonia San Benito. 

 

Década de 1980

En 1977, la francesa Janine Janowski de Hasbún (1940-2012) fundó en San Salvador la Galería El Laberinto, inspirada en sus lecturas sobre filosofía y el intercambio con diversos artistas contemporáneos. Desde su fundación, hasta su cierre, en 2001, El Laberinto funcionó como un espacio seguro para las ideas y el arte en El Salvador, pues se enfrentó a los años más duros de la guerra civil y fue parte del proceso de paz después de la firma de los Acuerdos de Chapultepec en 1992.

En El Laberinto se realizaron exposiciones, performances, instalaciones, happenings, recitales y conversatorios a cargo de una generación de artistas jóvenes e innovadores como Negra Álvarez, Licry Bicard, Ana Beatriz de León, Luis Lazo, Rodolfo Molina, entre otros. Janine tuvo intercambios también con otras galeristas de su tiempo, como Julia Díaz.

Actualmente la colección de Laberinto es una de las más importantes para contar la historia del arte del país en décadas cruciales, de la guerra a la paz y la transición democrática. Desde años atrás, la artista Muriel Hasbún, hija de Janine, conserva y estudia el archivo histórico y la colección Laberinto y dirige Laberinto Projects, que realiza programas de intercambio entre artistas y academia de El Salvador y Estados Unidos.

Fue también durante la guerra civil (1980-1992) que se fundaron dos galerías más de arte, que contribuyeron a la divulgación del arte salvadoreño dentro y fuera del país:  la Galería Imagineros, proyecto de la francesa Colette Jacquinot y el pintor Antonio Bonilla, y la Galería Espacio, fundada por Rhina Avilés, en 1985. 

Durante más de dos décadas, la Galería Espacio realizó la Muestra de Pintura y Escultura Latinoamericana, que convocaba en San Salvador a artistas latinoamericanos significativos, como Tamayo, Cuevas, Fernando de Syszlo, Marta Minujín, Olga Sinclair, así como las visitas de la académica venezolana Bélgica Rodríguez, quien publicó investigaciones y libros sobre arte salvadoreño de forma individual y también en coautoría con la historiadora del arte Astrid Bahamond.

Entre 1980 y 2000, varias artistas fundaron sus academias de pintura o procesos de formación en arte. Entre ellas, Rosa Mena Valenzuela, Conchita Kuny Mena, Astrid Suárez, Ana María de Solís y Elisa Archer, entre otras.

 

Década de 1990

Un año antes del fin de la firma de la paz, en 1991, un grupo conformado por Beatriz Alcaine, Carmen Elena Trigueros, Camila Sol, Carmen Benítez, Gracia Rusconi y Óscar Soles fundó “La Luna Casa y Arte”. El espacio, ubicado en la colonia Buenos Aires, se convirtió en el centro de las ideas y los experimentos artísticos y la ilusión del retorno de artistas e intelectuales que asedidados décadas atrás por la persecusión política, la disidencia y el miedo, volvieron a un campo cultural en reconstrucción. También, La Luna y Casa y Arte incidió significativamente en las nuevas generaciones de artistas hasta 2012, cuando el espacio cerró. Su legado está todavía presente en las historias personales de artistas, gestores, intelectuales y público y constituye una artista significativa para estudiar la historia social del arte de la posguerra. 

En 1997, Olga Miranda fundó la Galería Vilanova Fine Art. Su interés fue difundir la nueva producción artística de la posguerra, fundamentalemente pintura, fotografía, arte objeto, escultura e instalación. Olga Miranda también fue parte de la red de galeristas centroamericanos CAUSA (Centroamérica Unida por Su Arte).

Ese mismo año, fue fundada la Asociación de Artistas Plásticos de El Salvador (ADAPES). Otra asociación importante de artistas, y esta especialmente de mujeres, fue MATIS: Mujeres Asociadas Artistas Salvadoreñas, fundada en 2004.

 

En 1998, abrió el Centro Cultural de España en El Salvador, con Mónica Mejía como gestora, y a partir de 2007 como coordinadora de programación. 

 

En 2003, fue inaugurado el Museo de Arte de El Salvador (MARTE), entre sus fundadoras están las coleccionistas y gestoras culturales Marta Papini de Regalado, Rhina Avilés, Lovey Argüello, Alexandra Lytton Regalado, Elida Lecha de Lindo, Ana María Palomo. La primera presidenta fue Marta Papini de Regalado; su director, Roberto Galicia; y la directora de programación, Claudia Cristiani. En 2004, murió la pintora Rosa Mena Valenzuela, quien heredó al Museo parte de su legado pictórico, como parte de su colección fundacional.

 

Composición de los 4 Poster de la Escuela Generos.A

En 2019, bajo la dirección de Eloísa Vaello Marco en el Centro Cultural de España, fue fundada la Escuela Generos.A en El Salvador, espacio de formación feminista.

 

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San Salvador

11 de Marzo, Centro Cultural de España.
21 de Marzo, Teatro Luis Poma.

Elena Salamanca
Historiadora y escritora. Candidata al Doctorado en Historia por El Colegio de México.